Don Álvaro, un joven noble que, tras perder a su familia y sus tierras, se embarca en una peregrinación en busca de consuelo y propósito, es así como llega a un convento donde se encuentra a doña Blanca, una joven y devota dama, conocida por su piedad y bondad, él queda impactado por su pureza y belleza sintiéndose atraído hacia ella, quien le demuestra intenciones puras y respetuosas, ella con conexiones espirituales. Una azucena, símbolo de pureza y milagro, florece de manera inexplicable en el convento. Este suceso es interpretado como una señal divina, que tiene un impacto profundo en los personajes y los habitantes del convento. Don Álvaro y Doña Blanca se ven envueltos en una serie de pruebas que ponen a prueba su fe y su amor.