Cuento breve de carácter satírico, analiza un mundo gobernado por dos convenciones gigantescas: la política y la economía, y mediante un diálogo casi platónico en un restaurante potugués de un joven con su amigo banquero y gran comerciante. El joven pregunta a su acompañante si es cierto que él, en su juventud, había sido anarquista, a lo que el banquero responde que no solo fue sino que lo sigue siendo. Y explica que la mejor manera de ser anarquista es siendo un banquero multimillonario.