En esta novela el lector recibe la invitación a contemplar, primero, un paisaje árido y sin encanto que no parece contener más que a un jinete pasmado por la flor insólita que lleva bajo el sombrero; la rosa amarilla es un regalo quién sabe si de amor, quede vez en vez, como preludio de la gran metáfora de esta novela, se le escurre de las manos y lo obliga a desandar sus pasos para recuperarla. Este hombre participa de entrada en un rito personal que, a la postre, se transformará en una pequeña epopeya colectiva de los magiares.