La historiografía ha creado una curiosa barrera entre los protagonistas de la historia y el presente. Unos seres envueltos en un incómodo misterio poco le tienen que decir a las generaciones actuales. La pose marcial y un heroísmo carente de fuerza o convicción no permiten percibir vida en esas épocas pretéritas. Nuestras figuras históricas parecen santos a los cuales se les “congeló” el proceso de beatificación, dando la impresión de haberse quedado en el limbo. Los exagerados rasgos en las coloridas láminas de los textos de estudio escolares no los convierten en habitantes del parnaso ni resaltan sus logros.
Y nuestro contacto con los prohombres de la patria es casi diario: desde los billetes, el papel moneda, nos echan una mirada fría y distante por no decir perdida.