En Copenhague, se celebraba una reunión. Entre los invitados habían dos mujeres: la dama de la felicidad y la señora de la preocupación. La primera llevo un par de chanclos a quien los calzara, de que todo deseo que guardara relación con el tiempo y el lugar , se cumpliría en el acto, y así el hombre encontraría la felicidad. Pero la señora de la preocupación le dijo que el hombre que hiciera uso de ese poder seria muy desdichado. Finalmente el concejero se calzo los chanclos de la suerte en lugar de los suyos, y salió con ellos a la calle.