Un rosal muy florecido era habitado por un caracol que llevaba en su caparazón todo su mundo. El rosal retó al caracol a demostrarle todo lo que sería capaz de hacer y este le responde que tiene mucho para dar, mas de lo que él, las vacas o las ovejas pueden ofrecer. Y así pasaron los días, las estaciones, el tiempo. Algún día ambos se cuestionaron, el rosal ya viejo cansado de dar solo lindas flores, el caracol en sí mismo, ambos con un fin bajo tierra.